sábado, 13 de diciembre de 2008

¿El mercado contra el individuo o viceversa?


Mi querido y admirado Fernando Seco ha escrito un articulo que me atrevo a copiar....
(Citando las fuentes....)

El martes leí la interesante disquisición de Manuel Ángel Martín sobre el papel del Estado, del mercado o del individuo en la actual crisis económica mundial. Tanto me gustó que –con su permiso- me adentro en el tema so capa de pecar de superficialidad. El profesor Martín trajo a colación una entrevista que realizaron al filósofo francés Bernard-Henry Lévy  en la BBC. El entrevistador le preguntaba si el mercado corrompe los valores morales. Y el entrevistado contestaba que nones, que somos los individuos, ayunos de valores morales, los que habríamos corrompido el mercado. Recuerdo que Lévy –creo que agnóstico- es hijo del mayo del 68 francés, aunque salió un poco rana, porque después fundó la corriente “nuevos filósofos”, muy críticos con los dogmas de la izquierda radical surgida de ese movimiento estudiantil. Sus seguidores lo valoran por su compromiso moral a favor de la libertad. Sus detractores, imagínense, lo pondrán a caer de un burro, porque entre dogmáticos, un cambio de chaqueta es imperdonable.

 

Cuando se evita asumir responsabilidades se tiende a echar la culpa a los muertos o al sistema. El mercado es uno de los subsistemas instaurado dentro del sistema general de funcionamiento del mundo mundial. Evidentemente, el mercado y cualquier sistema lo crean las personas –me gusta más este término al de individuo porque tiene más carga moral- y sólo ellas gozan de la libertad de crearlo. Y sólo las personas, con sus acciones u omisiones, son capaces de realizar actos rectos o torcidos, buenos o malos. Esa conjunción de actos y de personas pone en marcha el sistema. El mercado. El Estado. Y es verdad que, una vez en marcha, es difícil de parar y se entra en una espiral de la que es muy difícil salir. En este último sentido vislumbro que se ha de entender la expresión: la culpa es del sistema. Cuando una orden judicial se pierde por el camino; un expediente de un permiso se traspapela; cuando no llega la llamada de urgencias para atender un caso grave; cuando un analista recomienda un valor a sabiendas de no tener seguridad sobre su calidad, pero tiene que vender porque sino se lo bajan… Estamos hablando de sistema, donde la libertad de la persona puede hacer bien poco porque está muy limitada.

 

En este evolucionar de las cosas, hemos corrompido el sistema; el mercado; el estado. Por supuesto que hace falta una regeneración del sistema. Pero mientras no haya una regeneración de las personas, lo demás son cánticos de sirena. Tiene que haber muchos Bernard-Henry Lévy, que denuncien el ayuno de valores morales. Muchos Gabilondos, que denuncien la frivolidad con que los jóvenes –y no tan jóvenes- tratan el sexo y es causa de muchos abortos. Muchos Ybarras que denuncien los excesos y fraudes de organismos públicos… La lista tendría que ser muy larga, de personas y de hechos denunciables. Y luego, igualmente larga, sobre las mejores actitudes morales ante la vida. Pero estas cosas se maman en la escuela, se alimentan en la universidad y se rumian en el entorno familiar. Si nos cargamos estas cosas, nos cargamos la posibilidad de regenerar a las personas y al mercado, el sistema, el estado: la sociedad. Así es que, ánimo, que hacen falta unos cuantos valientes y sensatos.  

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